POETISAS SI 10/20

Photo of El MorroDesde las iniciales décadas del siglo XX, la poesía cubana alcanzó un notable grado de madurez y originalidad, en buena medida gracias a su noción del papel que le correspondía como expresión de cubanía ante la contaminación de apócrifas proposiciones estéticas. En todo ese proceso que fue desde el primer posmodernismo –como es sabido se le llama en América de habla hispana al tiempo transicional entre nuestro llamado modernismo finisecular y la vanguardia– hasta la irrupción de los ismos más recientes, las poetisas cubanas han tenido sus figuras excepcionales, así como sus figurantes, de igual forma que fue sucediendo con la poesía escrita por los hombres, los poetas, en el estricto sentido de la palabra. Pero encontrar un espacio, no fue para las poetisas “coser y cantar”. Sobre estas circunstancias que rodean el acto creador de la mujer, Patricia Spacks retoma una verdad que la perspectiva histórica de la literatura había puesto sobre la mesa de conversaciones buen rato ha, mas a menudo olvidada, y se trata de que “cuando leemos muchos de sus libros [los de las poetisas] sentimos que las necesidades de las mujeres son idénticas que las de los hombres. Quizás el equilibrio puede ser diferente, pero la sustancia es la misma: necesidad de trabajo y amor, de independencia y dependencia, de soledad y relación, de disfrutar de la comunidad y valorar la propia singularidad” [1]. La mujer dentro de la cultura cubana que había pasado su etapa formativa en el agreste medio de la seudorrepública, cuando la ley del más fuerte se inclinaba del lado de los varones, sufrió una decantación en aquel mundillo que raramente la aceptaba como escritora como no fuese de recetas de cocina o de guiones de novelas “rosadas”.

Las intelectuales cubanas lograban imponer su presencia solo después de haber atravesado purgaciones rigurosas, mas la inclemencia salía fiadora de la vocación auténtica y, en muchos casos, del talento, a diferencia de la pródiga presencia de los caballeros escritores donde la selección de los mejores se realizaba de manera “natural”, y no a consecuencia de ruindades, ninguneos y prejuicios que nada tenían que ver con el ejercicio de la literatura; por ende, la relación dialéctica cantidad-calidad perdió su equilibrio –o, mejor dicho, mantenía el contrapeso de la marginación– entre la gruesa nómina de los señores y los pocos nombres de escritoras que alcanzaban a rebasar la escabrosa frontera entre el anonimato y el reconocimiento.

La mujer intelectual, inmersa o distante de las confrontaciones sociales, revelaba las crispaduras de su tiempo, incluso cuando la evasión hacia el mundo interior haya sido el camino elegido. Discrepo, por tanto, de algunas afirmaciones que encasillan como “ahistórica” la obra de algunas poetisas. Si cierta poesía se presentaba vacía de sentidos, o bajo posturas dóciles, cabría calificarla mejor de superficial, para distinguirla con justicia de una poesía mayor, hermética, y que propugnaba la elusión de temas de la inmediata circunstancia, pero poesía en toda la extensión de la palabra, llámesele con el apellido de pura, intimista o neorromántica, mas que respondía, conciente o no, a una actitud ante la historia, aun cuando fuese con un rechazo más categórico. Esta poesía escrita por las poetisas y también, naturalmente, por los poetas, era una manifestación más de una sensibilidad distinta inmersa en una sociedad compleja y frustrante.

Las poetisas cubanas de esta primera mitad del siglo XX no estuvieron, pues, ni mucho menos al margen de la problemática de su tiempo, y sus demandas —tanto en el orden público, como en el orden personal— provenían de una reflexión penetrante ante su situación en la sociedad y de esta como conjunto. Según el grado de conciencia, de su concreta ubicación dentro de la estructura ecónomica, de su psicología, de su clarividencia, así resultarían los diversos grados de proyección de las ideas y de la intencionalidad de la obra creadora. De acuerdo con lo anterior, alienta una poesía genialmente orientada hacia el mundo interior como la escrita por Dulce María Loynaz y también otra poesía que, sin abordar explícitamente los asuntos de la crítica social, se interesa por la comunicación más directa y popular.


    [1] Spacks, Patricia M., La imaginación femenina, Editorial Debate, Colombia, 1980, pag 358.

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